Escrito por Arq. Augusto Ortiz de Zevallos
Para convertir nuestras ciudades y regiones en proyectos, y no solamente en quejas
Urbanismo • Ed. enero, 2023
Acaban de asumir autoridades en todo el Perú y para 4 años, lo que es un tiempo que permite conseguir resultados.
Si se usa bien el tiempo y si se tiene planes claros y se escoge bien los proyectos que los materialicen. Esa es, entonces, la agenda. La del Perú. Y también la oportunidad. En un escenario de urgencias.
En un país, el nuestro, en una grave crisis de descreencias y de desconcierto sobre objetivos y prioridades.
Donde los reclamos y las protestas hipotecan ver el futuro y construirlo. Tarea que sería la única manera de lograrlo. No saber qué se quiere ni en quién confiar es una grave amenaza. Impide que vivamos mejor, que nuestro espacio habitado sea una palanca de desarrollo. Y multiplica el desánimo y la irresponsabilidad. Necesitamos planes y proyectos que sí lo sean, que sean motores para conseguir los cambios necesarios. Y que no sean “engañamuchachos”, desaprovechamiento de recursos, gastos inútiles, procesos fallidos. Más de lo mismo, alimento de conflictos, combustible de un país con no pocos incendios que apagar y que reparar. Reveladoramente casi no hay partidos políticos en todo el Perú entre las candidaturas exitosas. Ganaron rostros y trayectorias, en cada lugar, y no los usuales “paquetes” de los partidos.
Eso, en situaciones “normales” preocuparía, y mucho, por el temor de que no haya cuadros técnicos, y que más bien se improvise sin programas claros. Pero ya hace rato que nuestros partidos políticos son unas entelequias y unos clubes sin camiseta, que principalmente heredaron los restos de otros tiempos mejores, cuando sí había tecnocracia y meritocracia, en vez de autocracias y burocracias estériles y sin ideas ni verdadero liderazgo.
Así que quizá estamos más bien ante una gran oportunidad. La de priorizar bien, la de escoger acertando, la de tener estrategias, la de acortar brechas, la de crear oportunidades leyendo, potencialidades. Que el Perú, país de jóvenes, sin duda tiene, en cada ciudad y en cada Región, si las leemos bien. Y si hacemos que esos proyectos y planes sepan dónde, cómo para qué, y para quiénes se hacen.
Eso necesita leer físicamente y espacialmente nuestro accidentado y cambiante territorio: el de cada lugar diferente en un país múltiple en climas y topografías. Entender el espacio de cada lugar. Y entender su historia, su proceso, sus crisis, su dinámica, sus retos, sus conflictos, su actualidad.
Leer causas y no solamente efectos. Ese es el primer y urgente ejercicio para que una gestión urbana o regional pueda tener relevancia y éxito. Para que la autoridad no sea un adorno, y su ejercicio no se lea como un abuso. Y eso debe ocurrir desde el primer día de cualquier gestión. Sembrando así poder hacer obra relevante, poder cambiar, poder desarrollar y lograr objetivos. Son los proyectos y los planes estratégicos lo indispensable para que haya posibles inversiones.
Que serán no solamente públicas sino también privadas si hay un plan claro, si se crea confianza en un futuro predecible, si se activa la dinámica latente en un país que es en todas partes emprendedor porque está ansioso y expectante de mejorar, de crear un “up-grading”: conseguir nuevas calidades de vida y de oportunidades.
Eso necesita un proceso disciplinado a la vez que creativo. Mapear, observar, consultar, salir a mirar la calle y el paisaje y allí esforzarse en entender, escuchar, dialogar… para luego poder interpretar, sintetizar y para llegar
a proponer.
Y así conseguir consensuar, socializar, tener respaldo, alentando una participación verdadera, tanto la espontánea como una que ya se podría llamar calificada, donde los proyectos se nutran del discernimiento técnico y de las ideas de otros. Ya con esos pasos secuenciales un plan puede y debe leer los escenarios y las tendencias. Qué está pasando dónde, y por qué. Qué cambios puede hacerse, desde la autoridad, para que se reoriente ese proceso. Y hay que distinguir lo que ocurre dentro del espacio de autoridad: lo “endógeno”, de lo que ocurre afuera, pero impacta, lo “exógeno”. Y eso debe llevar a pensar quiénes son ésos, en los escenarios actuales, entre los actores vecinos y otras autoridades próximas, que pueden ser aliados y deben ser concertados para objetivos comunes.
Sumar para multiplicar. Y no restar dividiendo. Entender lo colindante, tanto en espacio como en competencias. Es probable que haya conveniencias mutuas y que se pueda afrontar en conjunto objetivos. Y hasta proyectos de varias dimensiones, que son los mejores:
Los holísticos, no los sectoriales. Por ejemplo, es claro que tienen que ver entre sí temas de movilidad, con oferta de oportunidades. Y los de seguridad con cómo se viven los espacios públicos. Y que los viajes diarios tienen que ver con que haya o no dotaciones, centralidades cercanas, un uso razonable de tiempos. En el Perú la pandemia puso en evidencia que tenemos ciudades muy tóxicas y regiones muy inconexas. Que la vida cotidiana es dura y maltratante, que hay un estrés acumulativo, que vivimos mal el espacio público y lo de todos… que casi nada es visto como de todos, que cada uno va a la suya, que nos volvemos más una jungla que una sociedad. La primera tarea entonces de esas nuevas autoridades es revertir esa mirada derrotista. Convertir nuestras ciudades: sus distritos y provincias, en proyectos compartidos, en espacios de expectativas. Y que eso mismo, con los cambios de escala y de competencias, pase con la gobernación de las Regiones. Que se las vea como espacios para quedarse y desarrollar.
Para atraer inversiones, proyectos, nuevas actividades, interconexiones que generen oportunidades, que sumen sus potencialidades maximizando sus distintos aportes, que ahora reencuentren y no confronten a sus actores y sus actividades productivas, y que así además sumen nuevas, y convoquen a un turismo que muy pronto va a regresar y multiplicarse.
Las nuevas autoridades deben convertirse en motores de desarrollo. Y no en portadores de cartelones, ni en líderes de asonadas.
El liderazgo consiste en proponer esos caminos y objetivos que se necesita para cambiar. Y eso requiere de proyectistas que sepan proponer, elaborar, explicar y divulgar esos proyectos-bandera. Que los políticos necesitan, para tener tanto el necesario respaldo como las herramientas técnicas indispensables y estratégicas para que haya inversiones, para que los 4 años de una gestión sean los que consigan el cambio necesario, y que todos vivamos mejor. Ilustramos estas reflexiones con ejemplos de eso mismo: de cambios que generaron calidad de vida y de oportunidades.
Escrito por
Arq. Augusto Ortiz de ZevallosAOZ ARQUITECTOS Y URBANISTAS |
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